viernes, 2 de julio de 2010


Como si ya no pudiese caminar, permanecía erguido, apuntalado junto a la puerta, las manos ajadas de laborar sostenían escondida la botella etiqueta negra que tanto le gustaba, la camisa de pana arremangada mostraba el gusto por mantener liberadas las muñecas; sombrero de fausto recuerdo y grandes paraderos; los surcos de vida se dibujaban aún en las hendiduras del maltrecho rostro; fumaba a oleadas, como fuman los que lo hacen por virtud y no vicio, por ende como las olas que se dibujan al salir el humo disparado de los labios.
A resultas de todo era una persona asertiva y eso le concedía el mínimo crédito, el indispensable para saber que el tiempo aún jugaba a su favor; nuestro hombre guardaba el silencio que no robó a la tarde, y eso a esas horas del ocaso era todo un océano por explorar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me das miedo..., ¿cómo lo haces?, ¿de dónde has salido?
...
demasiado tal vez,

demasiado

Anónimo dijo...

por como lo escribes y lo que dice sobre ti


no deja de sorprenderme

Anna dijo...

Siempre con dejando ese buen sabor de boca, con ganas de haber continuado con la lectura, dejé comentarios y se borraron!
1 saludo Albertis!