sábado, 13 de agosto de 2022

Las baldosas eran cálidas, tibias al contacto desde el sofá y el sudor que le impregnaba la mente un goteo parejo al del segundero que martilleaba el tiempo; tiempo que ahora encarnaba el vacío que sentía y abrasaba las ascuas que se incendiaban a su vera.

Sentado allí pudo calcular el vacío existencial, hueco por dentro y por fuera, esa pureza de pensamiento que pareció no tener mas asilo en su memoria y que ahora galopaba inmisericorde, encarnando mapas de imágenes que surcó cuando aún era un canijo y que ahora afloraban cual vendaval.

Había cosas que uno solo apreciaba estando solo, o eso se le antojaba a él, y al alzar la mirada y pasearla mas allá pensó en rendir tributo a lo antiguo observando una foto de encima del contrachapado del aparador; carente de color, hosca pero con personalidad y con un fulano vistiendo pana y gorra de plato.

La pechera ennegrecida clavada en el pecho al respirar y un callejero desplegado en el regazo para intentar averiguar eran todas sus posesiones. Aún seguía sin saberse cómo ubicar.