lunes, 24 de octubre de 2011

Llueve

















Cae el sirimiri al crepúsculo, junto al postrero día y a la petulancia con la que caminan los ligeros de paraguas, apagando lenta pero incesante la bruma creada por los autos que atraviesan el chaflán de mi vivienda.
El agua lo gobierna todo, cambia y dirige destinos, regenta patios, preside balcones y maneja ríos por oscuras fachadas; cae de lado próximo a mi ventana, el alféizar repele el ligero acoso y deja sólo entrada a bocanadas de aire renovado y fresco.
Él es patrón de tardes muertas, de halagos y agasajos por su fría estampa, de aficiones y reuniones, de postales y rendiciones.